sábado, junio 07, 2008

LLAMAN A LA PUERTA


No se qué quiero escribir o de qué debo hacerlo, lo que pasa es que tengo esa imperiosa necesidad porque estoy convencido que es una de las cosas que me hacen sentir más tranquilo, más relajado, confiado, satisfecho. Es decir, salga lo que salga, me siento en un estado de tranquilidad medio anormal pero delicioso.
Bien, el sexo, si esa palabra que tiene tantos sentidos, es algo maravilloso (¿opiniones?), algo que en mi vida tiene omnipresencia, a tal punto que a veces es preocupante o vergonzosa. Pienso en él siempre, muy seguido, a veces hasta en los lugares más inapropiados. Cito un ejemplo: estoy estudiando, leyendo algo importante para una clase y derrepente, ¡flash!, aparece como una luz muy fuerte y destellante, se estaciona en mi pensamiento y se queda por un buen tiempo.
Son imágenes exitantes, de experiencias pasadas o con personas con las que nunca tuve nada pero a quienes deseo imperiosamente, es algo sensacional pero preocupante, porque no puedo controlar su aparición. Puede presentarse en un momento de la noche, cuando estoy desocupado, solo, suelto, y es riquísimo; es algo así como una visita que me hace compañía, me entretiene y me regala una “entrada” a un placentero momento de satisfacción. Pero, también en una combi, cuando estoy yendo al trabajo o a la casa, cuando no debo pensar en él; y no me obedece, llega, me perturba, me exita, se queda, no quiere retirarse, me avergüenza ... lo detesto.
Entoces, no sé qué concluir, soy un enfermo por eso, soy un pusilánime que no sabe controlarse ni evitar situaciones inoportunas, soy poco inteligente a causa de esa falta de autocontrol, simplemente soy un ser humano más del siglo 21 que se atreve a reconocerlo y contarlo. ¿Eso me define como persona, como hombre...?; no lo sé. Es como cuando tocan el timbre de tu casa, puede ser oportuna o inoportunamente, y depende del momento en que estés, de cómo estés para que te agrade o desagrade la visita, esa situación que se presenta imprevisible, sin avisar antes.Sea como sea, el momento que sea, controlable o no, es rico, y me hace sentir que “aún puedo”, y eso, a mis 37, es tranquilizador.