miércoles, abril 25, 2007

SIN PARAR

Me ha sucedido más de una vez, momentos en que me cuesta mucho mantenerme en pie, en que sólo quiero tirarme a la cama y acurrucarme por tiempo indefinido o salir a la calle y caminar y caminar si rumbo fijo ni hora límite. Esos momentos tan especiales, por así llamarlos, antes eran bastante prolongados aunque de ocurrencia esporádica. Ahora siguen siendo esporádicos, pero se esfuman más pronto, parece que se sufre menos, que el dolor pasa más a prisa. ¿Con los años nos volemos más resistentes al dolor entonces?

No sé si eso sea bueno o malo para las personas, el hecho que la sensibilidad sea inversamente proporcional a la edad (por lo menos lo es en mi caso), ¡válgame Dios!, ¿como el sexo?

Cuántas cosas se modifican con los años, cómo vamos cambiando, interna y externamente: la panza, la flexibilidad, la visión, los sentimientos, la capacidad para asombrarse (cada vez menos de lo que vemos), el amor. Pero de todas formas, siempre, siempre, es el estado mental manejable, ¿será constantemente eso posible para hacer más llevadero el camino hacia el calentamiento global irremediable e inevitable?

Cada persona tiene que vérselas, es que ya no se puede pensar tanto en los demás; sálvense quien pueda se ha dicho, a seguir, adelante con depresiones y desengaños, con más “fracasos” que triunfos, más preocupaciones.

En esos momentos difíciles, que ya dije son pasajeros, cómo quisiera poder escribir, creo que saldrían cosas interesantes, pero es que son esos precisos momentos en que sólo quiero acurrucarme a mi almohada o caminar y caminar sin cesar.

Los años pasan, cambiamos, pero creo que es muy común no cambiar para bien; es más fácil que los cambios se den en el lado negativo, que tengamos que pelear cada día muy duro y no precisamente para conseguir lo que deseamos. El mundo camina hacia un estado de disconformidad total, pero es nuestro mundo, seguimos pese a que lo sabemos, continuamos como si supiéramos que caminamos si parar hacia el fin de un camino luego del cual no hay nada de nada, quizá un precipicio, pero seguimos, andamos y andamos, volteamos atrás, lloramos, luego de un segundo, volvemos a mirar al frente y seguimos …